sábado, 2 de mayo de 2009

Vampiros II (2): Fides quaerens cognoscitur




Aunque se trate de espíritus corpóreos, los vampiros tienen ciertas filias y fobias. Por ejemplo, les gusta salir para alimentarse por la noche y hacerles chupones en el cuello a jovencitas desamparadas, a la vez que odian la luz del Sol (como los gremlins).

La expansión y la prevención del vampirismo...

Uno de los métodos más antiguos para evitar la propagación de los vampiros, consistía en colocar guadañas cerca de la tumba, para evitar que los demonios se acercaran y entrasen en el cuerpo o para apaciguar al muerto y que no se levantara de su ataúd. Claro que también se le podían cortar los tendones de las rodillas de un sujeto con todas las papeletas para convertirse en vampiro; a saber, un excomulgado, suicida, muerto sin recibir los santos sacramentos...

En Europa Oriental, le ponían un diente de ajo en la boca y en otros orificios naturales, idea ligada a la leyenda de que el espíritu maligno podría entrar por ellos en forma de niebla y habitar en el cuerpo (por eso en algunas zonas de Europa todavía nos tapamos la boca al bostezar, para que no entre el demonio). En algunas regiones de Alemania sustituían el ajo por un limón en la boca. Lo de atravesarles el corazón con un objeto punzante antes de inhumar los restos surge en principio como método para que no se levantaran, la estaca comenzó como un método para fijarlos al ataúd.

Otro método utilizado era esparcir semillas de mostaza en la tierra de una tumba sospechosa de contener a un vampiro para mantener al vampiro ocupado durante toda la noche contando los granos caídos. El número final siempre corresponde a la serie de Fibonacci.

Los vampiros temen a ciertos objetos como la rama de rosa silvestre o de un espino, que es un recuerdo de la corona de espinas de Jesucristo. Otros objetos sagrados como un crucifijo (para que funcionen tienes que tener fe) o el agua bendita (si tienen hidrofobia, vale el agua normal) pueden asustarlos también.

Durante el siglo XIX surgió en los Balcanes, la figura del cazador de vampiros, que podía ser un religioso (en la peli Van Helsing) o un dampiro, que es el hijo de un vampiro y una mortal y tiene el poder de detectarlos (Blade). Incluso se llegaron a vender kits de cazavampiros para los turistas que iban a viajar al este de Europa, que hoy se conservan en museos de lo esotérico como el museo de Ripley.

Para poner fin a las fechorías de un vampiro, clavarle una estaca en el corazón es el método más famoso (y peliculero). La estaca solía ser de fresno en Rusia, de espino en Serbia y de roble en Silesia. Como la función era mantener al muerto quietecito, la estaca podía clavarse en distintas partes de la anatomía según la tradición local como por ejemplo en la boca en Rusia o en Alemania, o en el estómago en Serbia. En Europa del este, se trataba más que de fijar al muerto de desinflar el cuerpo del alma para que no volviese a la vida, abriendo un orificio artificial en el tórax o en el abdomen, por eso en lugar de estaca podían utilizar una pica. Otros métodos mucho más light consistía en clavar la cabeza, el cuerpo o la ropa del vampiro al ataud para evitar que se levantara de su tumba, como se hacía a veces con niños-vampiro. La decapitación enterrando la cabeza junto a los pies o alejada del cuerpo y la incineración completa del cadáver y después rociar agua bendita sobre la tumba eran otras medidas utilizadas en los Balcanes.

Un intento de explicación...

Los vampiros surgen de un conglomerado formado por un problema social, como las epidemias de peste y el terror de una población analfabeta y supersticiosa, con una explicación psicológica que bebe de fuentes como el cristianismo, aunque en un principio los Papas lo aprovecharon, no tardó en ser rebatido como creencia paga na que era. Pero también existe una hipótesis biológica o científica: aquellas enfermedades que recuerdan por sus signos y síntomas al mito del vampiro.

La porfiria eritropoyética congénita o enfermedad de Günther es una enfermedad genética del metabolismo del grupo hemo (el que forma la hemoglobina) muy rara y muy grave. La síntesis del grupo hemo se produce en el hígado y en la médula ósea, en un sistema enzimático de producción en cadena. El defecto o la huelga laboral del UROGEN III cosintetasa produce una acumulación de metabolitos intermedios en la cadena de producción llamados porfirinas que son los culpables de las manifestaciones clínicas, al ser capaces de absorber energía lumínica y producir la fotosensibilización. Algunos síntomas lo bordan:


- Hiperfragilidad cutánea: Se produce prurito y dolor minutos después de la exposición solar, que se sigue de enrojecimiento y edema, que dura 12-24 horas. Después de mínimos traumatismos, aparecen ampollas, erosione y cicatrices. En un intento de proteger la piel del sol se genera un hipertricosis o crecimiento anormal del vello en la frente, pómulos y extremidades y en las palmas de las manos.


- Deformidades faciales: Si las lesiones faciales son extensas y constantes, por ser una zona expuesta, se vuelven mutilantes, destruyendo los labios, lo que deja la dentadura al descubierto, de forma que los dientes parecen más grandes y el cartílago de la nariz o de la oreja (dando un aspecto puntiagudo a las orejas).


- El acúmulo de porfirinas en los ojos puede darles un color rojizo y en los dientes aparece la llamada eritrodoncia (dientes rojizos) por el depósito porfirínico en la dentina. Los recién nacidos tiñen los pañales de rojo.


- Palidez: El fallo en la producción de hemoglobina producen anemia hemolítica y de ahí la palidez. Antes de que se inventaran las transfusiones el tratamiento de las anemias consistía en beber sangre de otros animales, en grandes cantidades.


- Intolerancia al Ajo: Algunas sustancias del ajo pueden inhibir la coagulación de la sangre al interferir en la agregación plaquetaria. Uno de los productos del ajo, llamado alquil disulfuro, destruye el grupo hemo, complicando aún más los síntomas


- Trastorno mental: Debido al tipo de vida al que se encuentra sometido el enfermo es frecuente que acabe como una chota, sobre todo en un ambiente rural, solitario y medieval. El aislamiento y la incomprensión podrían explicar crueldades que se atribuyen a los vampiros.


Las epidemias de vampirismo en determinadas regiones aisladas pueden explicarse por el hecho de que se trata de una enfermedad genética autosómica recesiva. En un entorno rural, aislado y fuertemente endogámico como las montañas del este de Europa, aumenta la probabilidad de que aparezcan más casos. Una hipótesis interesante es la del derecho de pernada, por el cual el señor feudal, trasmitiría la enfermedad al pueblo llano, pero no vale para los casos más recientes, a partir de siglo XVIII...

viernes, 1 de mayo de 2009

Vampiros I: Preludios y Nocturnos


El Vampiro es un ser corpóreo (no es un fantasma ni un espectro) que sale por la noche de su tumba para alimentarse de la sangre de los mortales y así mantener su existencia. Si la desdichada víctima muere, a su vez se convierte en vampiro. Los vampiros no se reflejan en los espejos y no tienen sombra, pues reflejo y sombra simbolizan el alma que el muerto viviente ha perdido. Los grandes colmillos son una invención literaria desde los tiempos de Carmilla, de Sheridan LeFanu, en realidad, más que morder, lo que hacen es succionar la sangre de sus víctimas (no les dejan dos marcas en el cuello sino uno o más "chupones"). Algunos como los Nachzehrer alemanes pueden hacerlo a distancia (?).


El vampiro puede transformarse en cualquier animal, no sólo en murciélago, esta confusión surgió en el siglo XVII (17) cuando se denominó vampiro a una especie de murciélago sudamericano; y también en niebla o en paja. En su tumba, el vampiro conserva el rigor mortis pero el cuerpo no se descompone y permanece incorrupto. Como corresponde a una criatura noctámbula, son pálidos y tienen un sistema piloso muy desarrollado, las cejas unidas (sinofridia) y pelos en las palmas de las manos (hipertricosis palmar). Para reconocer la tumba de un vampiro solía mandarse a una virgen adolescente a recorrer los cementerios a lomos de un caballo totalmente negro y el caballo se encabrita delante de la tumba; si alrededor de esta hay unos pequeños agujeros en el suelo, es por donde sale el vampiro convertido en niebla. Las personas nacidas de la unión de un mortal con un vampiro se denominan Dampiros (como Blade) y también tienen el don sobrenatural de reconocerlos.


Aunque por definición, cualquier ser humano puede convertirse en vampiro, parece que existen personas con más factores de riesgo a causa de determinadas alteraciones congénitas, como nacer con dientes astrales en la boca, nacer peinado con un fragmento de membrana amniótica sobre la cabeza, tener los ojos de un color muy oscuro como botones negros, ser pelirojo (como Judas Iscariote) o tener máculas eritematosas por el cuerpo.


Desde los tiempos más remotos de la humanidad existen noticias de monstruos perversos chupadores de sangre con poderes sobrenaturales, en China, Persia,etc. Sin embargo, el vampirismo es un fenómeno particular de la civilización occidental y por tanto, tiene sus raíces en Grecia-Roma y en el Judeo-Cristianismo (por supuesto).


En la Antigua Grecia hay, por lo menos, cuatro ejemplos literarios de vampirismo:


1) En el Canto XI de la Odisea, Ulises atrae a los muertos (y a Tiresias) con la sangre de unos corderos. Después de que éstos se hayan alimentado, puede hablar con ellos.

2) Las Estriges, surgidas de la unión de un mortal con una Arpía, son mujeres con cuerpo de pájaro, que succionan la sangre del recién nacido en la cuna (como las "meigas chuchonas"). No parecen muy relacionadas con los vampiros pero es muy curiosa la semejanza de estriga y "strigoï", nombre por el que eran conocidos en el siglo XVII los vampiros rumanos.

3) En las Ranas de Aristófanes aparece la Empusa, hija de la diosa infernal Hécate, que tiene el don de cambiar de forma, adoptando apariencia de animal doméstico (perro, vaca) o de bella hetaira. Cuando se hace pasar por mujer, se la reconoce porque una de sus patas es de bronce (y por su mal olor). Le gusta pasear de noche a la luz de la luna llena y se dedica a cebar a jóvenes ingenuos para, después de acostarse con ellos, beber su sangre y devorarlos.

4) En las Benévolas de Esquilo, cuando Apolo expulsa a las Erinias del templo, las identifica con los monstruos devoradores de sangre:
 
"Vuestro lugar está allá donde se cortan las cabezas, donde se sacan los ojos, donde hay torturas, donde se degüella, donde se siegan los órganos y se destruye el licor seminal de los infantes en flor, donde se amputan las extremidades de los miembros, donde gimen los lapidados y empalados, donde la estaca hundida en el espinazo provoca espantosos chillidos... ¡Esos gritos oís como si fuesen cantos de júbilo y de ellos hacéis vuestras delicias! ¡Oh diosas de quienes los dioses tienen terror! La morada que conviene a monstruos como vos es el antro del león bebedor de sangre...

¡Fuera de aquí! ¡lo mando! ¡Salid pronto de este templo! ¡Desapareced del Santuario fatídico, no
sea que os envíe la sierpe de alas de plata que brota del arco de oro! ¡Entonces, de dolor, echaríais la
negra espuma que de los hombres sacasteis, vomitaríais los cuajarones de sangre que lamisteis en los degüellos! ¡No os conviene mancillar el Santuario de los Oráculos! ¡Id y vagad sin pastor por vuestros prados, que ningún Dios se cuida de tal rebaño!"
 
En las narraciones de los rabinos, aparece Lilith, primera mujer de Adan y como él creada del barro. Repudiada por este al no querer adoptar una postura de sumisión al hacer el amor, Lilith se convierte en reina de los condenados. Chupa la sangre a los lactantes y a los adultos los despoja de la vitalidad y de la potencia viril durante el sueño.

En el Levítico XVII, 10-14, se dice "no comeréis sangre de carne alguna, porque el alma de toda carne es su sangre y aquel que la comiere será exterminado".

Posteriormente, el cristianismo enseña que Cristo derramó su sangre para redimir a los hombres, simbolizado por el vino en la Última Cena ("tomad y bebed..."). Los primeros padres de la Iglesia las pasaron canutas para advertir a los paganos contra una explicación excesivamente textual y que no cayesen en el canibalismo ritual. Todavía Carlomagno en el siglo VIII castigó con la muerte a los sajones que confunden el misterio de la transubstanciación, la presencia real de la carne y la sangre de Jesucristo en la consagración, con darse un buen festín de carne humana.

En el siglo IX se pone de manifiesto en Inglaterra y en el Norte de Europa, las primeras noticias sobre difuntos cuyos cuerpos han sido hallados incorruptos en sus tumbas. El cristianismo toma del neo-platonismo la idea del cuerpo como una cáscara que alberga el alma inmortal (el cuerpo o soma es la tumba o sema  del alma). Por la Redención, las almas adquieren la salvación. Los excomulgados, los suicidas y aquellos que han muerto sin recibir los sacramentos o cristiana sepultura,quedan excluidos del Paraíso y vagan como "almas en pena". Alguna de estas almas, erradas en su camino al Purgatorio, habitan indebidamente un cuerpo y se convierten en "espectros corpóreos", que no tienen otra cosa que hacer que atormentar a los mortales (con todo perdido siempre queda molestar). En esa época aparecen algunas obras literarias como el Dictionaire infernal de Plancy (1031), los muertos vivientes chupadores de sangre de Gales (cadaver sanguisus) en De Nugis Corielum de Walter Map (1193) y la Historia Regis Anglicorum de William de Newburgh (1196) con el capítulo de la abadía de Melrose.

En la Europa Continental la endemia de vampirismo surgirá con la grandes epidemias de Peste del siglo XIV y se trasmitirá de occidente hacia oriente. Por aquel entonces, la gente moría por millares y los enfermos para evitar contagios, eran enterrados apresuradamente, sin certificar la muerte clínica...Por este motivo, al abrir las tumbas, los familiares se encontraban cadáveres bien conservados, con manchas de sangre fruto de las heridas que se hacían al querer escapar del sepulcro y por eso en los cementerios podía oírse masticar por las noches. En 1728, Michael Rauft escribe un auténtico clásico, De Masticatione Moruorum in Tumulis Liber, muy avanzado para la época, donde se explica que los muertos no pueden aparecerse en forma tangible a los vivos y que el diablo no puede habitar cuerpos muertos.

En 1434, el Papa Inocencio VIII aprueba la publicación de Malleus Maleficarum, de los hermanos dominicos germanos Jakob Sprenger y Heinrich Kramer, donde se describen íncubos, súscubos y todo tipo de aparecidos. Esto supone el reconocimiento de facto por la Iglesia Católica de la existencia de muertos vivientes, situación que durará 3 siglos. Los Protestantes no se quedaban atrás. Los luteranos acostumbraban a poner una piedra en la boca de sus muertos para que no masticaran. Calvino, que rechazaba la idea del Purgatorio, explicaba el retorno de los muertos por la magia. El sabio bobo rey Jacobo I de Inglaterra  publicó en 1597 un tratado de Demonología, donde se postula por primera vez la posibilidad del muerto viviente como sirviente del demonio.

En el siglo XVII en los países del este de Europa, que son pobres y están relativamente aislados por sus cadenas montañosas, florece la superstición y las creencias vampíricas. Esto se debe a que apenas fueron influidos por el Renacimiento y a que la Iglesia Ortodoxa era muy tolerante, a diferencia de los católicos con la Inquisición y los protestantes con sus cazas de brujas. Los ortodoxos griegos llegaron a reconocer la realidad de los "Vrykolekas" , literalmente, hombres lobo.

En el siglo XVIII, la peste de Marsella asola Europa. Comienzan los primeros estudios serios sobre el vampirismo. El caso de Pedro Plogojowitz (1725) campesino húngaro convertido en vampiro, se conserva en un estudio alemán en la Biblioteca de Viena y es el primer documento en que aparece la palabra Vampir. En 1732 se publica Visum y Repertum, con el curioso caso de otro vampiro eslavo, llamado Arnold Paole. Estas dos publicaciones llegan a la corte de París, a través de la revista francesa Le Gleneur, donde aparece por primera vez la palabra francesa Vampyre. Desde aquí se traduce en el London Journal a lengua inglesa y al resto de idiomas. El sentido común se impone y para refutar la existencia de vampiros, el Papa Benedicto XIV, Prospero Lambertini, uno de los mejores intelectuales de su época publica De Servorum Dei et de Beatorum Canonizatione (1749). Este mismo Papa fue quien absolvió a Galileo, 250 años antes que Juan Pablo II (hecho que los tecnoprogres desconocen).

Los ilustrados franceses de la Enciclopedia, Voltaire y Rousseau rechazan completamente la existencia de los vampiros...

Sin embargo, el padre Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764) en sus Cartas Eruditas, tomo IV, carta XX "Reflexiones Críticas sobre dos Disertaciones que en Orden a Apariciones de espíritus y los llamados Vampiros, dió a luz poco há el celebre Benedictino y famoso Expositor de la Biblia Don Agustin Calmet", se refiere a Vampiros y Brulacos como resultado de una resurrección imperfecta (fuera de la Fe) "in ordine ad malum" (para hacer el mal).