Apolonio de Tiana (Capadocia, 3 a. C. – Éfeso, ca. 97 ) fue un tipo simpático y singular, filósofo, matemático y mago.
Como Pitágoras, sólo se alimentaba de vegetales, sobre todo legumbres (lentejas, fabada no, tampoco Pitágoras podía comer fabada). Se abstenía del vino y de las mujeres (¿Por eso vivió tanto?), regalaba su dinero a los pobres y vivía en templos (en aquella época se podía...). Se ganaba la vida como predicador público, visitando templos, corrigiendo malas costumbres y haciendo trucos de magia.
En Roma, le buscó las cosquillas a los emperadores (conoció a todos, desde Augusto a Domiciano). Un día, después de oir cantar a Nerón, Tigelino (el pelotillero oficial del imperio) le preguntó a Apolonio qué pensaba del canto del César: "Tú le crees digno de cantar; yo de callarse" (esta frase pudo servir de inspiración a Sienckiewicz en Quo Vadis, pero la puso en boca de Petronio).
Se dice que realizó por lo menos un milagro. Viendo a una procesión en Roma que portaba el féretro de una doncella difunta, Apolonio le dijo "levanta y anda". La muerta se levantó para alegría de sus padres, quienes quisieron recompensar le con oro. El filósofo en cambio se lo entregó a la chica como dote. Un milagro casi calcado se atribuye a Zalmoxis... quinientos años antes.
En Roma, condenó los baños públicos, no porque estuviera en contra de la limpieza, como asegurarían sus homólogos cristianos, sino porque todos sabemos lo que iban a hacer los romanos en los baños públicos... (gracias Terry Jones).
Una anécdota poco creíble es con el rey de Babilonia. Después de sorprender a un esclavo con su concubina, el reyezuelo preguntó a Apolonio cómo castigar al culpable. "Déjale con vida", contestó; si vive "su amor será el mayor de los suplicios".
Durante el reinado de Domiciano, Apolonio fue acusado de magia, encerrado en un calabozo, después de haberle hecho cortar el pelo y las barbas (debía ser octogenario por esa época, aunque a lo mejor era otro Apolonio...), y allí cargado de cadenas. Debido a su edad, se levantó el castigo, condenándolo al destierro. Murió al poco y después de su muerte se erigieron estatuas y se le hicieron honores divinos (algunos de sus discípulos decían que resucitó al tercer día, pero en aquella época todo se confunde).
La única fuente de la época acerca de su vida se debe a su discípulo Filóstrato.
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