viernes, 1 de mayo de 2009

Vampiros I: Preludios y Nocturnos


El Vampiro es un ser corpóreo (no es un fantasma ni un espectro) que sale por la noche de su tumba para alimentarse de la sangre de los mortales y así mantener su existencia. Si la desdichada víctima muere, a su vez se convierte en vampiro. Los vampiros no se reflejan en los espejos y no tienen sombra, pues reflejo y sombra simbolizan el alma que el muerto viviente ha perdido. Los grandes colmillos son una invención literaria desde los tiempos de Carmilla, de Sheridan LeFanu, en realidad, más que morder, lo que hacen es succionar la sangre de sus víctimas (no les dejan dos marcas en el cuello sino uno o más "chupones"). Algunos como los Nachzehrer alemanes pueden hacerlo a distancia (?).


El vampiro puede transformarse en cualquier animal, no sólo en murciélago, esta confusión surgió en el siglo XVII (17) cuando se denominó vampiro a una especie de murciélago sudamericano; y también en niebla o en paja. En su tumba, el vampiro conserva el rigor mortis pero el cuerpo no se descompone y permanece incorrupto. Como corresponde a una criatura noctámbula, son pálidos y tienen un sistema piloso muy desarrollado, las cejas unidas (sinofridia) y pelos en las palmas de las manos (hipertricosis palmar). Para reconocer la tumba de un vampiro solía mandarse a una virgen adolescente a recorrer los cementerios a lomos de un caballo totalmente negro y el caballo se encabrita delante de la tumba; si alrededor de esta hay unos pequeños agujeros en el suelo, es por donde sale el vampiro convertido en niebla. Las personas nacidas de la unión de un mortal con un vampiro se denominan Dampiros (como Blade) y también tienen el don sobrenatural de reconocerlos.


Aunque por definición, cualquier ser humano puede convertirse en vampiro, parece que existen personas con más factores de riesgo a causa de determinadas alteraciones congénitas, como nacer con dientes astrales en la boca, nacer peinado con un fragmento de membrana amniótica sobre la cabeza, tener los ojos de un color muy oscuro como botones negros, ser pelirojo (como Judas Iscariote) o tener máculas eritematosas por el cuerpo.


Desde los tiempos más remotos de la humanidad existen noticias de monstruos perversos chupadores de sangre con poderes sobrenaturales, en China, Persia,etc. Sin embargo, el vampirismo es un fenómeno particular de la civilización occidental y por tanto, tiene sus raíces en Grecia-Roma y en el Judeo-Cristianismo (por supuesto).


En la Antigua Grecia hay, por lo menos, cuatro ejemplos literarios de vampirismo:


1) En el Canto XI de la Odisea, Ulises atrae a los muertos (y a Tiresias) con la sangre de unos corderos. Después de que éstos se hayan alimentado, puede hablar con ellos.

2) Las Estriges, surgidas de la unión de un mortal con una Arpía, son mujeres con cuerpo de pájaro, que succionan la sangre del recién nacido en la cuna (como las "meigas chuchonas"). No parecen muy relacionadas con los vampiros pero es muy curiosa la semejanza de estriga y "strigoï", nombre por el que eran conocidos en el siglo XVII los vampiros rumanos.

3) En las Ranas de Aristófanes aparece la Empusa, hija de la diosa infernal Hécate, que tiene el don de cambiar de forma, adoptando apariencia de animal doméstico (perro, vaca) o de bella hetaira. Cuando se hace pasar por mujer, se la reconoce porque una de sus patas es de bronce (y por su mal olor). Le gusta pasear de noche a la luz de la luna llena y se dedica a cebar a jóvenes ingenuos para, después de acostarse con ellos, beber su sangre y devorarlos.

4) En las Benévolas de Esquilo, cuando Apolo expulsa a las Erinias del templo, las identifica con los monstruos devoradores de sangre:
 
"Vuestro lugar está allá donde se cortan las cabezas, donde se sacan los ojos, donde hay torturas, donde se degüella, donde se siegan los órganos y se destruye el licor seminal de los infantes en flor, donde se amputan las extremidades de los miembros, donde gimen los lapidados y empalados, donde la estaca hundida en el espinazo provoca espantosos chillidos... ¡Esos gritos oís como si fuesen cantos de júbilo y de ellos hacéis vuestras delicias! ¡Oh diosas de quienes los dioses tienen terror! La morada que conviene a monstruos como vos es el antro del león bebedor de sangre...

¡Fuera de aquí! ¡lo mando! ¡Salid pronto de este templo! ¡Desapareced del Santuario fatídico, no
sea que os envíe la sierpe de alas de plata que brota del arco de oro! ¡Entonces, de dolor, echaríais la
negra espuma que de los hombres sacasteis, vomitaríais los cuajarones de sangre que lamisteis en los degüellos! ¡No os conviene mancillar el Santuario de los Oráculos! ¡Id y vagad sin pastor por vuestros prados, que ningún Dios se cuida de tal rebaño!"
 
En las narraciones de los rabinos, aparece Lilith, primera mujer de Adan y como él creada del barro. Repudiada por este al no querer adoptar una postura de sumisión al hacer el amor, Lilith se convierte en reina de los condenados. Chupa la sangre a los lactantes y a los adultos los despoja de la vitalidad y de la potencia viril durante el sueño.

En el Levítico XVII, 10-14, se dice "no comeréis sangre de carne alguna, porque el alma de toda carne es su sangre y aquel que la comiere será exterminado".

Posteriormente, el cristianismo enseña que Cristo derramó su sangre para redimir a los hombres, simbolizado por el vino en la Última Cena ("tomad y bebed..."). Los primeros padres de la Iglesia las pasaron canutas para advertir a los paganos contra una explicación excesivamente textual y que no cayesen en el canibalismo ritual. Todavía Carlomagno en el siglo VIII castigó con la muerte a los sajones que confunden el misterio de la transubstanciación, la presencia real de la carne y la sangre de Jesucristo en la consagración, con darse un buen festín de carne humana.

En el siglo IX se pone de manifiesto en Inglaterra y en el Norte de Europa, las primeras noticias sobre difuntos cuyos cuerpos han sido hallados incorruptos en sus tumbas. El cristianismo toma del neo-platonismo la idea del cuerpo como una cáscara que alberga el alma inmortal (el cuerpo o soma es la tumba o sema  del alma). Por la Redención, las almas adquieren la salvación. Los excomulgados, los suicidas y aquellos que han muerto sin recibir los sacramentos o cristiana sepultura,quedan excluidos del Paraíso y vagan como "almas en pena". Alguna de estas almas, erradas en su camino al Purgatorio, habitan indebidamente un cuerpo y se convierten en "espectros corpóreos", que no tienen otra cosa que hacer que atormentar a los mortales (con todo perdido siempre queda molestar). En esa época aparecen algunas obras literarias como el Dictionaire infernal de Plancy (1031), los muertos vivientes chupadores de sangre de Gales (cadaver sanguisus) en De Nugis Corielum de Walter Map (1193) y la Historia Regis Anglicorum de William de Newburgh (1196) con el capítulo de la abadía de Melrose.

En la Europa Continental la endemia de vampirismo surgirá con la grandes epidemias de Peste del siglo XIV y se trasmitirá de occidente hacia oriente. Por aquel entonces, la gente moría por millares y los enfermos para evitar contagios, eran enterrados apresuradamente, sin certificar la muerte clínica...Por este motivo, al abrir las tumbas, los familiares se encontraban cadáveres bien conservados, con manchas de sangre fruto de las heridas que se hacían al querer escapar del sepulcro y por eso en los cementerios podía oírse masticar por las noches. En 1728, Michael Rauft escribe un auténtico clásico, De Masticatione Moruorum in Tumulis Liber, muy avanzado para la época, donde se explica que los muertos no pueden aparecerse en forma tangible a los vivos y que el diablo no puede habitar cuerpos muertos.

En 1434, el Papa Inocencio VIII aprueba la publicación de Malleus Maleficarum, de los hermanos dominicos germanos Jakob Sprenger y Heinrich Kramer, donde se describen íncubos, súscubos y todo tipo de aparecidos. Esto supone el reconocimiento de facto por la Iglesia Católica de la existencia de muertos vivientes, situación que durará 3 siglos. Los Protestantes no se quedaban atrás. Los luteranos acostumbraban a poner una piedra en la boca de sus muertos para que no masticaran. Calvino, que rechazaba la idea del Purgatorio, explicaba el retorno de los muertos por la magia. El sabio bobo rey Jacobo I de Inglaterra  publicó en 1597 un tratado de Demonología, donde se postula por primera vez la posibilidad del muerto viviente como sirviente del demonio.

En el siglo XVII en los países del este de Europa, que son pobres y están relativamente aislados por sus cadenas montañosas, florece la superstición y las creencias vampíricas. Esto se debe a que apenas fueron influidos por el Renacimiento y a que la Iglesia Ortodoxa era muy tolerante, a diferencia de los católicos con la Inquisición y los protestantes con sus cazas de brujas. Los ortodoxos griegos llegaron a reconocer la realidad de los "Vrykolekas" , literalmente, hombres lobo.

En el siglo XVIII, la peste de Marsella asola Europa. Comienzan los primeros estudios serios sobre el vampirismo. El caso de Pedro Plogojowitz (1725) campesino húngaro convertido en vampiro, se conserva en un estudio alemán en la Biblioteca de Viena y es el primer documento en que aparece la palabra Vampir. En 1732 se publica Visum y Repertum, con el curioso caso de otro vampiro eslavo, llamado Arnold Paole. Estas dos publicaciones llegan a la corte de París, a través de la revista francesa Le Gleneur, donde aparece por primera vez la palabra francesa Vampyre. Desde aquí se traduce en el London Journal a lengua inglesa y al resto de idiomas. El sentido común se impone y para refutar la existencia de vampiros, el Papa Benedicto XIV, Prospero Lambertini, uno de los mejores intelectuales de su época publica De Servorum Dei et de Beatorum Canonizatione (1749). Este mismo Papa fue quien absolvió a Galileo, 250 años antes que Juan Pablo II (hecho que los tecnoprogres desconocen).

Los ilustrados franceses de la Enciclopedia, Voltaire y Rousseau rechazan completamente la existencia de los vampiros...

Sin embargo, el padre Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764) en sus Cartas Eruditas, tomo IV, carta XX "Reflexiones Críticas sobre dos Disertaciones que en Orden a Apariciones de espíritus y los llamados Vampiros, dió a luz poco há el celebre Benedictino y famoso Expositor de la Biblia Don Agustin Calmet", se refiere a Vampiros y Brulacos como resultado de una resurrección imperfecta (fuera de la Fe) "in ordine ad malum" (para hacer el mal).

2 comentarios:

  1. Cuando un budista, hindú, moro o cherokee ve a un vampiro, se arrepiente de no profesar la verdadera Fe.

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  2. En realidad tienen sus propias variantes dialectales del mito, aunque no son vampiros. Es lo que se conoce como difusionismo cultural (como en la última peli de Indiana Jones). En la siguiente entrada debería escribir como tratar a un vampiro...

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