lunes, 6 de abril de 2009

El Príncipe Almanzor

Guapiño no era, mais ten pelaxe
Nacido hacia el 930 en la época de mayor poder político del califato musulmana en España (dominaban Córdoba y sus alrededores) en el seno de una familia árabe del grupo yemení establecida en Turrux (??). Su supuesto padre, Abdallah, murió en Trípoli cuando regresaba de su pereginación a La Meca. Su abuelo materno fue médico de Abderramán III (pero no le curó la locura).
Siendo muy joven se trasladó a Córdoba, donde estudió el Corán y la gramática árabe. Trabajó algún tiempo de memorialista de la gente que no sabía escribir, en la entonces Mezquita de Córdoba y antes Basílica de san Vicente.

En la mezquita se hacen amigos. En un momento dado entra en la corte del califa Alhakén II y de su señora, la vascona Subh. Convertido en la versión árabe de Godoy, comienza a escalar posiciones en una meteórica carrera política, favorecido por la sospechosa muerte del sucesor del califa, Abderraman. Fue tutor del heredero que quedaba Hisham y obtuvo el mando de la policía secreta llamada shurta. Elevado al rango de gran cadí de las posesiones omeyas en el Magreb, se pone en contacto con los jefes bereberes, los mejores soldados que disponía en la época.

Al morir el califa Alhakén II , sospechosamente todo aquel que podría interponerse acaba por morirse, Al-Andalus vive una crisis de sucesión, porque el sucesor designado, Hisham era demasiado joven. En principio, había dos pretendientes por el trono, al-Mushafi y el hermano del difunto, al-Mughira. A éste último, lo estranguló Almanzor y lo colgó del techo delante de las señoras de su harén, y como era el jefe de la policía, ocultó el crimen y se deshizo del cadáver.

Hisham II fue investido califa, el "hayib" o primer ministro fue al-Mushafi y visir y delegado del hayib Almanzor (su cargo sería el equivalente a un chambelan), que ya tenía entonces 36 años. Entonces, Almanzor se hizo con el control del ejército al casarse con con Asma, la hija del gobernador y laureado general Galib. Comenzó entonces una política para ganarse al pueblo: puso orden en Córdoba, masacrando las revueltas y supo acercarse al clero para que le apoyasen los fuqaha (jueces) malikíes y destruyó las obras de filosofía incompatibles con la ortodoxia sunní.


En cuanto pudo, se deshizo al-Mushafi y se convirtió el mismo en hayib. Inventó un complot que en seguida deshizo para aparecer ante la opinión publica como salvador del joven califa, el cual delegó sus poderes en Almanzor porque estaba cagadito de miedo y éste lo recluyó en la jaula dorada de Medina Alzahira. Por último, se sacudió de encima a su suegro Galib, derrotado y muerto en la Batalla de Torre Vicente y no se cortó un pelo al enviar a su esposa Asma la cabeza de su infortunado padre (es que además había pactado con los cristianos).

Fue entonces cuando se dió el título de Al-Mansur (el victorioso) y no tenía a nadie que pudiera hacerle frente, ni dentro ni fuera de casa (entre los reinos cristianos no había tampoco un rival que pudiera hacerle frente). Para asegurarse la fidelidad del ejército, colocó a sus amigos bereberes en Elvira, Córdoba y Jaén. Estos contingentes eran repudiados por la población local (eran extraordinariamente fieles, pues le debían el cargo y haberlos sacado del desierto) y con ellos se aseguraba que ningún noble de ascendencia árabe pudiera arrebatarle el poder.

En el Magreb intentó de controlar las salidas de las rutas comerciales del desierto, por las que llegaban los esclavos y el oro, la principal actividad económica del califato. Esto le trajo ciertos problemas con el califato fatimí de Egipto.
A pesar del dinero del tráfico de esclavos sabía perfectamente que no podría conquistar ni un metro cuadrado de terreno, por ello se dedicó exclusivamente a la rapiña de los reinos cristianos de España. Realizó unas 52 razias realizó Almanzor entre 978 y 1001, destruyó Zamora (981), Barcelona (985), Santiago y Brigantia (997), Pamplona (999), San Millan de la Cogolla (1002).

En Santiago de Compostela, después de que el obispo Pedro de Mendoza evacuara la ciudad, quemó el templo prerrománico dedicado a Santiago, respetando su sepulcro, parece que un monje se le apareció y como Atila ante Roma, le tocó alguna fibra sensible... En realidad, Santiago era el principal destino turístico de peregrinación de la cristiandad, las Cruzadas estaban a la vuelta de la esquina y Almanzor que era malvado pero no tonto, lo que quería era el botín y salir huyendo... Una leyenda cuenta que prisioneros cristianos cargaron con las campanas de la catedral de Santiago hasta Córdoba, donde se convirtieron en lámparas.
Almanzor perdió su tambor en la batalla de Calatañazor (¿julio de 1002?), en realidad no parece que hubiera sido derrotado. Los cristianos llevaban ventaja y Almanzor ya estaba de vuelta, en un momento decisivo, pidió a sus tropas de reserva que se subieran a una loma, sin intervenir. Los cristianos al verlos, creyeron que se aproximaban refuerzos, comenzaron a huir rompiendo la formación y las disciplinadas tropas islámicas pudieron escapar. Lo cierto es que entonces se le terminó la paraca. Contrajo la peste y murió poco después a los 73 años. Según el Cronicón Burgense, al morir "fue sepultado en los infiernos", por eso su tumba es desconocida. Otra leyenda dice que sus siervos construyeron un ladrillo con el polvo que se sacudía después de una razzia y que lo enterraron con él.
En resumen, a su muerte, dejó una guerra civil entre sus descendientes y los de Hisham que acabaría destruyendo el califato en un conjunto de reinos Taifas (si es que no eran ya medio independientes, repitiéndose otra vez la historia de la caída del reino godo). Entre los méritos de Almanzor:
- no conquistó ni un metro cuadrado de territorio, tampoco lo perdió. El mapa no se mueve.
- quemó un montón de libros impuros. Lo que él consideraba impuro.
- escribió una copia del Corán de su puño y letra que no tiene precio, también un montón de memoriales para analfabetos, que no valen nada.
- no dejó ni un triste monumento, si acaso, comenzó a ampliar un poco la mezquita de Córdoba.
- dio un cierto sentido al terror milenarista. A partir de entonces, los cristianos apreciarían un poco más el Apocalipsis de San Juan.

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